dimarts, 29 de gener del 2008

Sentado a los pies de mi cama el gran Unicornio blanco…



QUÉ HAGO?. Involuntariamente, aquí, en este momento, parpadeo una, dos, tres veces y compruebo que todo sigue igual a mi alrededor. Ya no me sirven los ensueños hilvanados en las horas dulces del atardecer, ni tampoco me ilusionan las promesas que me hiciste, hace ya tanto, que ya ni recuerdo el año. Se que la memoria me hace trampas y juega con los sueños que oculto bajo el embozo de mi cama y que aún llevo prendidos entre las hebras de mi cuerpo maltratado, por el olvido de tus brazos

Ya no contemplo, desde mi ventana, el lento discurrir de las estaciones que me habitan, esperando el regreso de tu mirada. Ya no dispongo la mesa con mantel de lino blanco y copas de plata. Ahora me pierdo entre las telarañas de mis vicios y holgazaneo coleccionando minutos. Ya no me sorprendo preguntándome QUÉ NO HAGO por ti . Ya no me azotan los reproches; ya no me persiguen los temores …Veo el reflejo de mis ojos sorprendido en cada gota de lluvia en Otoño avanzar, avanzar hasta encontrar su mar, su playa más cálida.

Podría humillar tu recuerdo hasta sentirme vencedora del fracaso de nuestras vidas. Podría negarme el roce de tu cuerpo junto al mío; podría borrar de mis labios todos los besos que nos dimos y las caricias que a medianoche nos mantenían durante horas amándonos hasta quedar rendidos, tiernamente abrazados y despertar con el sabio discurrir de tus manos por mi pecho. Pero ahora en la oscuridad de mi lecho, vacío tu rastro en mi cabello, no me pregunto QUÉ SIENTO, me limito a deslizar mis dedos huérfanos suavemente entre las imágenes añoradas hasta alcanzar el deseo invocado.

NO SIENTO amor. Apenas me rozan ya tus reproches. El llanto no consigue desbordar mis ojos. La sombra de tu cuerpo, ya no me persigue. Olvidé las pesadillas, las palabras que herían como cuchillas y enterré entre los pliegues de mi carne la huella malva que con mano diestra tan a menudo adornabas. No siento amor por ti, ahora, me lo he reservado todo para mi. Absorta asisto al despertar del día. He limpiado mi casa con rayos de sol, he blanqueado las paredes y la música la invade toda. He impregnado de especias mi alimento y bebo del manantial de mi nueva vida. SIENTO el renacer. Mis brazos crecen y crecen hasta abrazar mi cuerpo desnudo de llagas y me sorprendo bailando como si fuera una niña y ahora se que amor canalla, no volverá a surgir de nuevo. Ahora se qué ME GUSTARÍA SENTIR.

No voy a estrechar mis alas, no voy a desandar lo andado, sólo pienso en cruzar despacito esa nueva senda que se abre ante mis ojos. LO QUE SÉ ES que el olvido, el destierro del pasado alivia mis penas y adorna mis días. Por eso lo intento una y otra vez, hasta conseguirlo.
PERO NO SÉ , si lograré siempre vencer el malsano rencor que a veces me corroe, sólo espero que la perversión logre encontrar el vacío y el rumor de la noche infernal se aleje, se aleje hasta morir en el abismo y no sentir el taladro de su susurro en mis pesadillas.Pero no se si lo lograré, sólo espero cada amanecer al despertar, encontrar por fin sentado alos pies de mi cama al gran Unicornio Blanco.
M. Carmen Briones

LA MULA




El vigilaba constantemente el semblante de aquella mujer que permanecía a su lado. Sabía que había perdido los estribos, pero acaso ¿no había sido ella la culpable?. No le tenía dicho, que cuando él hablaba, ella debía callar. Ese era su deber. Callar. Ahora ya sabía cual era su obligación.

La mujer mantenía la mirada fija en el horizonte. El sol pronto se pondría y llegaría la noche sigilosamente sorprendiéndola atada a su dolor. Levantó la cabeza y bebió la negrura que flotaba a su alrededor. El brillo de la luna la esperaba oculta tras las nubes y corrió por el bosque buscando refugio entre los matorrales. El sueño no tardó en envolverla.

Odiaba la vida en la fábrica. Siempre había soñado con tener una casita con un huerto, algunos animales y caminar libremente por el bosque. Alejarse de la ciudad y abandonar aquella vida monótona y rutinaria era su ilusión. Anhelaba la sensación de libertad que proporciona la naturaleza. Se veía cuidando su jardín y preparando riquísimos pasteles a su marido. Si su marido. Ese hombre maravilloso, siempre pendiente de sus caprichos que la amaría y protegería de cualquiera que pretendiera perturbar su felicidad.

Estaba cansada de tanto luchar. Llevaba ya muchos años batallando para que ella y sus compañeras pudieran tener unos minutos de descanso. Las duras jornadas de pié hacía estragos entre las mujeres de la fábrica. Algunas caían desmayadas ante la fatiga. Aquello la indignaba. Había gritado. Había insultado a los dueños de la fábrica que las trataban como esclavas. La habían expedientado. La habían cambiado de sitio. La habían amenazado. Un intento de violación en un callejón maloliente, aún la indignó más. Hubo huelgas. Hubo palos. Despidos. Pero al fin, consiguió 10 minutos de descanso para las obreras.

Una tarde le vio sentado frente a ella en la cafetería. Acabó acostumbrándose a ver su cara. Notaba su mirada fija en ella. Acabaron casándose. Su vida estaba segura iba a cambiar. El vivía en el campo. Tenía una granja.

Los desconocidos, ellos, unieron sus vidas. Añoró un te quiero a la luz de las velas y descubrió el mensaje de un cuerpo torturado que se vengaba en el suyo en la penumbra de la alcoba. El rito dejó de ser mágico para convertirse en solamente humano.

Desde un principio la sorprendió el silencio. Los animales no chillaban y el perro no ladraba, se limitaban a huir ante su presencia y a mirarla desde sus escondites con ojos entristecidos.

Se acostumbró a cantar para llenar los huecos de las paredes silenciosas y para ahuyentar el peso de la sombra de él que nunca la abandonaba. Su mirada fiera, al principio, se convirtió en un arma que esgrimía sobre su cuerpo ahogando su canto.

El tiempo pasaba, el campo florecía, el bosque se llenaba de misterios y en la granja los días parecían ser eternos, inacabables.

El trabajo extenuante iba dejando en el cuerpo de ella su huella. Estaba agotada. No había descanso. Ya no pensaba en tener un jardín y plantar flores, su sueño ahora era perderse entre las calles concurridas de cualquier ciudad; dejarse olvidada en algún banco solitario y permitir ser encontrada ahíta de voces resonando en sus oídos.

Comenzó a ver su vida como se mira un cuadro. Conocía las figuras representadas de tanto mirarlas pero desconocía quienes eran. La distancia impuesta le permitía sobrevivir.

Un día el silencio comenzó a ahogarla y para huir de él se puse a cantar muy alto. Vió como él se acercaba y cantó aún más alto. La palidez de su rostro la asustó pero no dejó que la amedrentara. Le gritó que se callara; la amenazó con los puños cerrados sobre su cara, pero ella cantaba y cantaba. El se abalanzó como un loco sobre ella y la ordenó que cesara. No le obedeció. Lo último que sintió fue algo que golpeaba su cara.

Cuando volvió en sí estaba tumbada en la tierra. Un lago a sus pies resplandecía como un enorme rubí. Quiso gritar de dolor pero su garganta fue incapaz de emitir ningún sonido. Miró a su alrededor sin comprender que le pasaba, entonces aterrorizada vió su lengua abandonada en el suelo como un pez muerto. Aturdida, pensó que había tenido un accidente, que una gran desgracia había ocurrido en la casa. Buscó con la mirada y entonces vió a su marido que limpiando un cuchillo la estaba sonriendo.

Despertó sobresaltada. El frio de la noche había dejado su marca en la hierba y todo estaba lleno de escarcha. Oyó silbar al viento entre las ramas de los árboles y aullar al lobo al alba. Se levantó del tronco que le había servido de cama y acarició al perro mudo que nunca la abandonaba.

Juntos abandonaron el cobijo del bosque y se acercaron a la casa sumida en la penumbra de la madrugada. El cuchillo entre sus manos despedía destellos de plata.

M. Carmen Briones

MIRADES SENSE NOM




Ai!, qui pogués amb hàbil gest,
empresonar la càlida llum d’una mirada,
mut alfabet, llenguatge del desig,
que ve de lluny i no coneix distàncies.

Subtil esguard sensual conqueridor,
estrany perfum que els meus sentis embriaga;
màgic genet íntim com el dolor
que amb mut accent al llom del vent cavalca.

Dolça alenada que nia en el meu pit,
i no demana permís per ser-hi hoste.
Súplica intensa t’eleves com un crit
obrint estances que no tenien portes.

Aquest neguit que no coneix cap llei,
m’amara el cor i l’omple de nostàlgia.
¡Quant temps perdut si tu no estàs amb mi!
L’avui és curt, hem de cremar distàncies.



Carme Martín



ENLLÀ DELS MARS INFINITS

Enllà dels mars infinits, els remolins del cel en una estranya metamorfosi ens aproximen al crepuscle i petites lluïsors dansen en l'espai.

Mentre els estels es piquen l'ullet, parelles deleroses s'estrenyen amb ardor en el fluir harmoniós d'un corrent de vida sense traves.

Els cossos, empesos pel sortilegi voluptuós que mou l'univers, s'emplenen de l'orgia dels sentits. Pells i cabells color de sol o d'atzabeja es confonen en un gronxament lleuger, talment l'oneig del blat bressolat pel vent.

Recuperen una altivesa renascuda com sortits del mar, d'ones canviants, perfumats de sal i d'algues, l'olor màgica del mar.

Es desfan, de matinada, les filagarses de boira i els cors es regalen perles rosades i rams de coral, penyores d'amor, espigolades al mar.


Núria Soler