divendres, 7 de març del 2008

DIA DE LA MUJER TRABAJADORA


Arrojé el viejo sombrero y el impermeable sobre la silla del despacho y con disgusto me dirigí hacía la mesa de mi despacho. Sentí frío y vi que aún sostenía el paraguas inerte, como un pez exótico de múltiples colores arrojado a la playa de mis manos. Lo dejé de un golpe dentro de la papelera.

Odio los días de lluvia, y hoy está lloviendo…

El sonido del teléfono me sorprendió maldiciendo.

Si, dígame.

¡Hola, soy Montse.! ¡Felicidades!.

Al instante respondí aunque algo asombrada:-Gracias, lo mismo te digo ¡Felicidades, mujer trabajadora!

No me hubiera sorprendido esta felicitación de algunas compañeras de empresa que me conocen y que saben que hoy es el Día de la Mujer Trabajadora, y que en ese cartel que ha aparecido en los tablones de anuncios a las 8 de la mañana , les recuerdo que hoy es 8 de marzo y que ELLAS SON MUJERES Y QUE SON TRABAJADORAS.

Año tras año sacudo, aunque solo por un día, el polvo del aburrimiento de esas mujeres que han ido perdiendo la esperanza de conseguir un trato justo como trabajadoras y que se han acostumbrado a ser sombras mudas y ganado manso.

Las observo mirar el mensaje revolucionario que les sale al paso. Unas pasan de largo, no quieren complicarse la vida; tienen miedo de parecer conflictivas, de llamar la atención y caer en desgracia. Otras, las valientes, “las de siempre”, las “folloneras”, “las rojas”, las que ya llevan muchos años anidando injusticias se paran, leen el mensaje dejado por mí para ellas y van a buscar a otras compañeras para que lo vean. A la hora del café, se que se reunirán y recordarán lo mal pagadas que están, lo mucho que trabajan, lo cansadas que llegan a sus casas todos los días, el poco tiempo que tienen para dedicarlo a sus hijos, que ya no son jóvenes, que apenas si les quedan ilusiones y que cada mañana al salir de sus casas dejan colgados en el perchero del recibidor las esperanzas y los sueños que tanto anhelaban alcanzar. La vida las ha ido devorando sin piedad y apenas aspiran a una jubilación digna. Volverán a recordar, la humillación de recibir, por el mero hecho de ser mujeres, ese trato desigual y discriminatorio que contemplan por parte de los directivos a la hora de los ascensos, que siempre recaen sobre los compañeros, esos hombres que llegan frescos como una rosa todas las mañanas, con el periódico en la mano y explicando a voz en grito a sus colegas, esos machitos acicalados, prestos a reír el chiste fácil y soez, como vitorear el último gol metido por el dios de su equipo, mientras entran en la primera reunión del día. ¡Que día les espera: café y pastas servido por las secretarias, que no están, lógicamente para otra cosa que para ser camareras, aunque hablen varios idiomas, tenga una carrera y trabajen 12 horas para tener al día la correspondencia y tomen decisiones constantemente en ausencia de sus jefes. El orden del día se aleja rápidamente de sus objetivos y se da paso a esas conversaciones de alto nivel: ¿Has visto como está la Fulanita?. Vaya tetas que tiene. ¿Sabes si Menganita, ha acabado con el Zutanito?. Desde que se separó no ha parado de llevarse directores a la cama. Que esperabas es una puta. No piensa nada más que en joder, y oye, es una fiera en la cama. Que me dices, tú tambien….?. Cuando salga de esta reunión, la llamaré al despacho y… ; y así transcurre la dura jornada laboral de esos pobres ejecutivos.

Mientras acaba el día, ellas acompañadas de un insufrible dolor de cabeza de tantas horas frente al ordenador, los ojos rojos y la espalda machacada se irán hasta el supermercado, o a recoger a los niños a casa de sus padres, o a esas jornadas extraescolares, a las que sólo puede ir ella pues el marido, el compañero, o la ruptura de un matrimonio fracasado, hace imposible la solidaridad y sólo queda el alegato a la supervivencia.

Las nuevas, esas chicas jóvenes que acaban de salir de la facultad, tan monas ellas, tan voraces ellas, tan preparadas ellas, tan liberadas ellas, miran el cartel y se ríen bobaliconamente, ignorándolo, no va con ellas; ellas viven en otro mundo,¡ su mundo!, y se alejan moviendo sus culitos traviesos, huérfanos de bragas, enfundados en estrechos pantalones, hondeando como una bandera el brillo de los rayos UVA de sus estómagos, dispuestas a conseguir un nuevo contrato temporal, que les asegure tres meses más de trabajo como auxiliar administrativa. Eso, si que es empeño.

Alguna, se asegura que nadie la ve y coge el cartel y lo arranca. Ella es la secretaria del Director de Relaciones Humanas. Se cree en la obligación de que nadie pueda causar malestar dentro del orden establecido. Que nadie piense. Que nadie proteste. Es un Cancerbero. Es un esbirro del capital. Su salario depende de la prostitución como trabajadora.

Cada año me siento más cansada y pienso que lo que hago no sirve para nada, que soy una ilusa, una ingenua, que yo nada puedo hacer por cambiar este sistema de valor - mercancía, pero cuando llega el día 8 de marzo, me levanto temprano, abandono ilusionada mi casa y me dirijo hacia el despacho, dispuesta a decir a mis compañeras que es vital seguir luchando y proseguir esa lucha sorda, porque, algún día, la ganaremos.

La voz de Montse a través del teléfono me había sorprendido, pues me pareció inusual en ella la felicitación, parece alejarse de todo conflicto, no va con su talante siempre amable y generoso la lucha de guerrillas. A continuación su pregunta me hizo sonreír: Oye, ¿tú sabes por qué hoy se celebra el Día de la Mujer Trabajadora?. Verás, hoy tengo una clase y seguro que sale como tema la celebración de hoy y quiero estar preparada… ya sabes que si no apruebo, me despedirán.

Si, si que lo sabía. También sabía que después de tantos esfuerzos, de tantos años de dedicación, habían llegado unos compañeros, muy preparados y su puesto de trabajo corría peligro. Si, sabía lo que pesaban esos más de 50 años que acababa de cumplir y lo que ese despido significaba.

Montse, le contesté, dentro de una hora hay convocada una Manifestación, te espero y vamos juntas.

Casi atardecía cuando salí del despacho. Apreté el paso y me dirigí hacía el lugar donde había quedado con mi amiga.

La vi justo a la salida del metro esperándome. Me recibió con una sonrisa que yo siempre agradezco. La cogí del brazo. La lluvia caía muy suavemente sobre nuestras caras que recibíamos como un bautismo deseado. Mi paraguas se abrió como un enorme nenúfar a la luz de las farolas y ambas nos unimos a ese grupo de personas, hombres y mujeres que con caras ilusionadas acudían a la Manifestación del Día de la Mujer Trabajadora.

La lluvia arreciaba, la calle a nuestro paso floreció inundado de paraguas; miles de nenúfares de colores flotaron en la noche…

M. Carmen Briones. 8 de marzo 2008