dissabte, 19 d’abril del 2008

SOVINT ENS FEM TRAMPES








La talla ben bé pot ser
la d'una puber de 15 anys
i la mirada et fa joc.
Les mans dos ocells desmanegats
d'ossos tendres i flexibles.
Els ulls radiants i rodons
com dos fars de llum en la nit,
són desperts i joganers
acceptes de bon grat l'atenció
que la teva presència reclama
des d'el principi del temps.


No importa la vida o la mort,
ni l'ahir fosc
ni el demà incert,
en moments com aquests
hom esgarrapa tendrament
els moments pels quals llisca
i els treu el suc pacientment.


Una cullarada de flam
una miqueta més,
no no cal que me'l donis
però ben mirat si, fes-ho
em plau la teva tendresa
i la manera que em parles, segueix,
sóc la teva nina de paper de seda,
¡tant fràgil i transparent ara mateix!
que les meves llàgrimes
podrien fer naufragar la nau
convertint-la en el tros de carn adolorida
que vull defugir,
per això no ploro
només llisco en el dia a dia.


En moments com aquests
penso que tot sovint ens fem trampes
i enmalaltim inconscientment
a la fi d'aconseguir
l'atenció que ens mereixem,
l'amor que ens van furtar agressivament
en époques remotes
quan no podien acceptar
la nostra llibertat d'escollir
ser diferent.


Per això la teva veu ara mateix és jove
i el teu cos marca poques formes
i els teus ulls són primaverals
i les teves mans floten en l'espai
dibuixant papallones,
per fi l'aire pren olor de roses roges
i et mous còmode i feliç malgrat el dolor,
¡ a la fi has aconseguit el teu somni!
ser tu mateixa, estimada en la teva essència.


Sovint ens fem inconscientment trampes
i paguem cares les excuses,
els camins són planers
quan hom accepta que la mida
d'hom mateix
mai no en depén de l'altri
sinó que rau dins nostre.


L'evidència ens farà finalment lliures.


Carme Martin

corren el núvols com pensaments passavolants



Corren el núvols com pensaments passavolants
cap horitzó ni proper ni llunyà no ells acull.

Corren els núvols blancs com conillets de fira
ara hi són i ara no hi són.
La terra ens manté en suspens
mentre els núvols viatgen,
qual hamaca estesa entre imaginaris
i immensos arbres sota el cel seré.

Corren els núvols sobre l’encerat comú
escrivint els seus missatges sense paraules,
i dibuixant imatges impossibles,
que sols interpreta la nostra imaginació.

Corren els núvols com pensaments passavolants,
cap horitzó ni proper ni llunyà,
malmet la seva ànsia de llibertat.
Carme Martin

dissabte, 12 d’abril del 2008

La niña que fue mi madre. Recuerdos de guerra. Cabo de Gata (Almería) 1939.



La tierra no la elegí yo, simplemente la dejaron allí frente a mis ojos al nacer. A muchos les parecía una tierra extraña, diferente a la que conocían. Aprendí a verlos huir, esconderse, de la fuerza del sol que penetraba por cada rendija de las encaladas casitas mientras miraban con asco, el paseo sosegado de las lagartijas sobre las lisas paredes hasta perderse en las arenas de un desierto que dormía a nuestras espaldas.
El mar, líquido amniótico de una tierra abandonada, tampoco lo elegí yo, pero allí estaba, asomado al balcón de mis sueños más infantiles, siempre azul, siempre cercano. Cuando no lo veía en la oscuridad de la noche, me dormía mecida por el rumor de las olas que una y otra vez se acercaban hasta los pies de mi cuna.
Nunca vi una flor abrirse a mi paso, ni oí crecer la hierba en verano; el patio, solo albergaba tierra de playa y algunas piedras de diversos colores y tamaños que el mar en sus desvaríos otoñales, iba regalándome por mi cumpleaños.La dureza de los parajes, convertía los juegos en aterrizajes en una luna privada y desconocida colonizada por algunas serpientes y alacranes.La única arboleda que conocí estaba formada por árboles de pitas de enormes púas y de matorrales de esparto con los que llenaba mi capazo para luego vender en el mercado y tras los cuales se podía ver el surco rojo que mis manos alimentaba.
Los caminos, arrancados a rocas magmáticas, laceraban los desnudos pies que los atravesaban, como tributo a la pobreza y los devolvía a ese lugar donde nunca llovía, donde nunca crecían los prados y el agua sólo era un mar salado.
Cuando vinieron a buscar a mi padre, aún era verano. Siempre recuerdo ese instante, ese momento. Ya habíamos cenado y mis hermanos más pequeños, ya dormían.Mi hermana Maruja y yo, cada noche salimos tras mi padre que solía sentarse en una roca para fumarse un último cigarrillo. La luna en esos días brillaba mostrándonos un mar dorado. Nos desnudamos muertas de risas y nos adentramos en sus tibias aguas.
Cuando nos cansábamos de bañarnos nos tumbamos en la arena y como siempre hacíamos comenzamos a contarnos historias. Mi hermana ya sabía leer y le gustaba comprarse cuentos de hadas, que leía a escondidas, cuando no la veía nadie, así que no le quedaba más remedio que explicarme esas para mi enigmáticas historias de príncipes y princesas, pues yo hacia tiempo que había descubierto su secreto.
Mi padre era un hombre alto y nervioso que parecía no poder estar nunca quieto. Siempre estaba trabajando en las salinas de las que era un técnico especializado, o cazando, o pescando o arreglando algún mueble, herramienta o cacharro.
Aquella noche era muy cálida y no apetecía dormir dentro de la casa, así que mi padre retrasaba la hora de hacerlo. Nos acercamos hasta donde estaba y él se rió al vernos llenas de arena. Yo me senté a su lado, como solía hacerlo siempre, amparándome tras su cuerpo, como cuando mi madre me perseguía para darme un cachete, mientras mi hermana buscaba caracolas para hacerse un joyero como el que había visto en una revista.
No sé qué hora era cuando oí llamar a la puerta. Aún no me había dormido, dando vueltas a todas las historias que mi hermana me había contado. No entendía como una princesa que lo tenía todo y vivía en un palacio maravilloso, quería irse con un príncipe a un lejano lugar, por mucho caballo blanco que tuviera y le prometiera amarla eternamente. Me sobresaltaron las voces. Mi madre comenzó a llorar y el pequeño que llevaba en sus brazos se despertó asustado. Cuando se llevaron a mi padre a declarar sus sobrinos, con cuyos hijos jugábamos habitualmente, prometiéndole a mi madre que enseguida se lo devolvían, no sabía aún que nuestra vida, tal y como la conocíamos, había acabado para siempre.
Pasaron algunos días sin ver a mi padre. Mi madre no paraba de llorar y no entendíamos que estaba pasando.
Las vecinas comenzaron a visitarnos y traían comida. Cuando se iban nos miraban y nos decían: pobrecillos. Niños tenéis que ser buenos y ayudar a vuestra mamá. Yo las miraba con odio, las muy necias no sabían que mi papá volvería muy pronto.
Los días se alargaron hasta convertirse en meses. Las vecinas poco a poco dejaron de venir. De vez en cuando nos visitaba algún pariente. La comida también empezó a escasear y yo cada vez tenía más hambre. Mis hermanos se peleaban cuando veían un mendrugo de pan y yo no entendía nada. Luego todos caímos enfermos. Los vecinos sorprendidos de no vernos durante días, llamaron a las autoridades, cuando abrieron la puerta dijeron que teníamos tifus.
Todos fuimos llevados al hospital. Mi madre y mis siete hermanos. Cuando las monjas nos preguntaron donde estaba nuestro padre, mi madre les contestó que en la prisión: había sido denunciado por unos familiares por rojo, pero que eso no era cierto. Desde entonces las hermanas dejaron de hablarnos y siempre que podían nos pegaban diciendo que éramos hijas del diablo.
Por fin pudimos irnos del hospital y volver a casa. Aunque estábamos todos muy débiles y no teníamos nadie que nos alimentara, mi madre consiguió comprar algunos alimentos al vender algunas de sus joyas. Pronto desaparecerían de la casa, la vajilla de porcelana, los manteles, las cortinas, la cristalería, así como el ajuar que mi madre iba preparando para mis dos hermanas y para mi que éramos las más mayores.
Un día mi madre dijo que podríamos ver a mi padre. Mi hermana mayor había sido colocada como niñera, a pesar de sus 11 años, pues era una boca menos que alimentar, Maruja y yo salíamos todos los días a recoger esparto y pita que vendíamos en el mercado y con lo que podíamos llevar algo de pan a casa. Por la noche estábamos tan cansadas que nos dormíamos en la mesa mientras cenábamos.
Cuando mi madre salió la primera noche, la seguí. Me dijo que volviera que tenía que ir a ver a mi padre y tenía que andar mucho. Me negué. Me daba miedo que fuera sola por la playa. Andamos toda la noche hasta llegar a Almería. Eran muchos kilómetros de distancia, así que cuando llegamos ya era de día.
Seguí a mi madre hasta un camino abandonado. Nos escondimos agachadas, tras una pequeña loma. Llegó un camión. Unos hombres armados hicieron bajar a unos hombres del mismo. Los pusieron en hilera y comenzaron a dispararles. Quise gritar, pero mi madre me tapó la boca con su mano, mientras me abrazaba. Sentía resbalar sobre mis labios sus lágrimas saladas que yo apresaba con lengua golosa.
Luego el camión se puso en marcha y se alejó refunfuñando.
Muy despacio y llenas de miedo nos levantamos sin saber muy bien qué hacer. Mi madre me cogió de la mano y nos dirigimos hacia los hombres que yacían en el suelo como muñecos rotos, bañados en grandes charcos de sangre.
Llegamos hasta ellos corriendo como si en ello nos fuera la vida. La mano de mi madre tiraba con fuerza de la mía, arrastrándome. Me caí y la vi a ella alejarse, abandonándome en ese lugar. Quise seguirla pero de todas partes salían mujeres y hombres gritando en la misma dirección donde había ido ella. No pude distinguir su figura, así que me quedé donde estaba mirando lo que pasaba.
Al principio no entendí nada. Todas aquellas personas levantaban los cuerpos. Unos los miraban y los volvían a dejar, otros, comenzaban a abrazarlos mientras lloraban, otros los cargaban sobre su espalda y se los llevaban. Otros, se alejaban sonriendo con las manos vacías.
Mi madre regresó a mi lado. La vi acercase a mi. Tan pequeña, delgada e indefensa, inmensamente pálida, sus ojos enmarcados por dos enormes círculos negros y su pelo, antes recogido sobre la nuca, desparramado sobre sus hombros temblorosos. Corrí hacia ella intentando comprender qué pasaba.
Me cogió de la mano y sin decirme nada comenzamos a andar nuevamente por la playa. Luego nos sentamos y sacó un trozo de pan y lo partió en dos, su trozo era muy pequeño, por lo que pensé que no debía de tener mucho hambre, al contrario de mi que estaba hambrienta y me hubiera comido dos trozos más, como mínimo.
Debí de dormirme un poco pues noté que mi madre me sacudía con suavidad diciéndome: Vamos tenemos que darnos prisa, aún tenemos mucho camino para llegar a casa.
Como ya no estaba tan cansada me puse a correr por la playa y a buscar conchas de colores, a lo mejor también yo podría tener un joyero, como el de mi hermana. Aunque pensándolo bien, el mío sería mucho más grande, pues mamá me dijo que la próxima vez que fuera a ver a papá si quería, podía acompañarla.

M.C. Briones

Esta historia es un pequeño homenaje a mi madre. Durante años he escuchado la historia de cuando a su padre, mi abuelo, una vez acabada la guerra lo detuvieron los falangistas, tras ser denunciado por un sobrino. Estuvo más de 3 años en la cárcel sin saber nunca de que se le acusaba.Fue excarcelado, tras sufrir tortura, al detectársele un cáncer de garganta terminal.

Conozco personas que perdieron a varios miembros de su familia en la guerra. A otras tuvieron que exiliarse de su país para sobrevivir. Hubo a quienes se les prohibió expresarse en su idioma y fueron perseguidas por hacerlo. A mi madre, como a otros muchos niños se les arrebató la infancia, y la infancia de un hombre, como decía Rilke, es su patria.

divendres, 11 d’abril del 2008

EL XUSCO























El meu pare, durant la guerra,
eixa guerra tan cruel i fratricida
que assolà la nostra terra
i ens va desfer als catalans la vida,
resultà ferit i, a l ´hospital
el menjar era molt magre, sort en tenia del pa.
Cada dia en rebia un, ben sà i natural,
pa de munició, que en deien xusco, bastant gran.

La mare i jo, per a estar-nos ben aprop
d´ell, havíem anat a viure a Vidreres,
dels avis materns casa pairal,
a tres quilòmetrers de Caldes, per solitàries carreteres,
doncs el Balneari Prats, en tan bell lloc,
l´havien convertit per als ferits, en hospital
i totes dues hi anàvem cada dia caminant,
per a veure el pare una estona i mostrar-li nostre amor.

La mare, feble i prima, jo amb sis anys d´edat,
ella, de passar gana, de massa treballar i sofrir.
Jo, convalescent del tifus, el cap al zero afaitat,
però contentes totes dues, de veure´l cada matí.

El pare, en menjar-se el xusco tan bo,
recordava la seva filla, tímida, entenimentada
que, tant en pluja com en sol,
feia amb la mare la llarga caminada.
No tenia germans, ni amiguets, ni joguines;
amb les presses de sortir de Barcelona.
a casa van quedar el cavall de cartró, l´ós i les nines
i, guiat pel seu afecte, en va fer una de bona...!

Algú del poble tenia un gosset de color rosa,
de peluix, peludet, petit i bufó,
amb unes orelles castanyes, ben poca cosa
i uns ullets negres, rodons com agulles...
El pare ja va tenir la solució.

Com que la gana era molta,
tot ho canviaven per pa,
al pare no li va costar gaire aquesta volta,
("ja en menjaré l´endemà")
-"El volcanviar per un xusco? " i tot el dia no en tastà,
però ja tenia una joguina per a la filla.
Quins sacrificis no fa
un pare per sa pubilla?
i, el meu, de més bon no n´hi ha...!

Al gos, quin nom li vàrem posar?
No ho heu endevinat encara?
No podia pas dir-se d´altra mena
que "Xusco", com el que no menjà el pare
perquè amb el de peluix jugués la seva nena
i que, ben contenta, amb ell sol hi vaig jugar
i, perquè ho entenia més que jo, d´emoció va plorar la mare.

Després de tantes angoixes i penes que he passat,
encara el meu "Xusco" em fa companyia,
ara que tan sola m´he quedat
i me´l miro amb anyorança cada dia,
al costat dels retrats dels pares col.locat...
Oh, si encara fossin amb mí, quin goig tindria


Montserrat Fortuny

dimarts, 8 d’abril del 2008

NO HAY RIMA PARA EL LAMENTO




















Crujen mis parietales
el desmayo avanza
y tengo que apoyarme
en barandillas imaginarias
diminuto esfuerzo capaz de mermar mi pulso
y exajerar mi quejido, potenciarlo, bruñirlo
hasta hacerlo carne viva.

No hay rima para el lamento
me tumbo en caricias benignas
por unos minutos desconecto
parece que se apacigua
que se retraeque se queda corto
ínfimo, leve, apenas un roce.

Apetezco un bocado ligero
un trago que calme mis quemaduras
un sueño que sea balanceo de cuna
canción de cuna
mano de cuna,
silencio de cuna en silencio.

Hoy no es peor que ayer
tan sólo el carrete quedó desnudo
sin hilo que echarse al cuerpo
sin nudo que deshacer
sin peso ni volumen
sólo vértigo.

Cicatrices sin adjetivos suficientes.
Acudo al cuaderno para lanzar mis terrores
requiero todo lo que huye de mí
no hay causa para tanto dolor
pero duele y se amplifica desde la médula
hasta la periferia condensada
en arrastrarse hasta caer de bruces.

No me levantes, así estoy bien
horizontal y suficiente al fin.



Consol S. Buencia

dilluns, 7 d’abril del 2008

LA DONA TRENCADA


















Les meves mans furguen entre mil imatges,
Troben el meu cor que batega en el sol,
Em bressola i m’aferro a la càlida llum.
L’aire em canta entre les branques dels salzes,
La Terra m’ofereix l’espiga de la vida,
Els ocells em brinden els seus cants de joia,
L’herbei frescal em crida al seu si, anhelant.
És el temps del somrís de la ginesta en flor,
Els besos són mel, el sexe, alè febril,
Resurrecció del cos en la càlida abraçada.

S’alcen, foscos, els xiprers del meu cementiri,
El meu cor ha perdut el riu que li cantava.
El plor, no el conec, no sé plorar, no puc plorar.
Em lliuro a la freda lluïssor de la lluna
M’embolcallaré amb els feixos de boira humida
Només m’acolliré dins l’onada del mar salabrós
En el sabor amarg s’escolarà glop a glop l’amor.
Record vague, xarxes on s’empresona el naufragi,
En la pastura transparent i calma de l’aigua mare


Naixeran dolces branques de corall. Remembrança.


Núria Soler

diumenge, 6 d’abril del 2008

...I NO TODOS ESTÁBAMOS VIVOS...





























Sí, en nuestro primer encuentro dijiste:
¡Qué bien te veo!
Eran tus ojos que desvirtuaban la realidad
atravesaban los desconchados
las huellas del desplome
los contrapuntos del dolor
y se hincaban en lo hondo
penetraban en el óvalo entre ventrículo derecho
y anillas de esternón entreverado.
Yo sonreía, complacida o alertada, dualidad absoluta.

Cuando tantas voces reiteran la misma mentira
es que debo estar realmente mal.
El espejo tras el vaho compacto
mostraba lo que ya palpaban mis dedos
flaccidez, estrechez, minimalismo
ropas que cuelgan
pantalones que arrastran
sujetadores medio vacíos.

Retroceder a cuándo?
Mi adolescencia, mi despertar púber
mis primeros 50 kilos
cuando todo florecía
y era jabata en la jungla
recien estrenada de la vida.

Ahora la delgadez no es estética
tiene nombre ciéntifico
anorexia de neoplasia
no busqueis en googlees
tan fácil como decir
que el tumor se auto-alimenta
de mis reservas, mis depósitos de grasa
mis almacenes de proteinas
mis curvas y mis promontorios

Ahora voy a la moda
talla de jovenzuela,
ceñidos que no ofenden
protegida de bucles y lorzas
el rostro afilado
pero los ojos vivos y brillando

Me siento en paz
con sandalias de niña chica
camisetas con leyendas
y tejanos de cintura caída
¿Puedo pedir más a un miércoles de abril?.

Brotan mariposas,
emisarias de tanto bueno por vivir
pies alados y la calle abierta esperándome,
perdonar si me ausento,
me llama la primavera.



Consol S. Buendía

dimarts, 1 d’abril del 2008

LES TRES CAMPANES





La Saima feia només uns mesos que vivia al poble. Tot li semblava estrany, els nens i les nenes del col·legi, la gent del poble, les botigues i moltes altres coses. Només se sentia a gust a casa, amb la seva família. La mare havia recreat l’ambient de la seva caseta a l’Atlas tan com li havia estat possible fer-ho en aquell pis. El pare ja feia temps que hi vivia, al poble, i ara havia aconseguit portar-hi la dona i la filla. Ella havia nascut després que el pare marxés a buscar feina fora de la seva terra i ella no l’havia vist fins que les va anar a buscar per endur-se-les.

La nena ho mirava tot amb uns ulls tafaners i no parava de preguntar al pare per tot el que li cridava l’atenció. Hi havia una cosa que incitava la seva curiositat: la torre de l’església. Era alta i esvelta i a dalt de tot tenia una terrassa coberta que li recordava el minaret del seu poble des d’on el Mujaidin cridava a l’oració sis cops al dia. Però, d’aquesta torre no en sortia cap so i ella no entenia per a què servia. El pare li havia explicat que la gent l’anomenava campanar però no en sabia res més.

A poc a poc la Saima anava aprenent la llengua que es parlava al poble. Era una nena molt llesta i aplicada i si alguna cosa la feia feliç de la seva nova vida era l’escola. La fascinaven els petits escriptoris, els llapisos de colors, les llibretes i els llibres plens de dibuixos acolorits i de lletres clares, fàcils d’entendre. Tot era tan diferent de l’escola on ella anava! Aquí si que era fàcil aprendre! Cada dia tornava a casa i marejava la mare explicant-li tot el que havia après.

Un dia no va poder estar-se de preguntar a la mestra per a què servia la torre de l’església. La” senyo” va aprofitar l’avinentesa i va relatar tot el que ella en sabia: va dir que en aquell campanar hi havia hagut tres campanes. la Natàlia, la més gran, la Nadala, una mica més petita i la Ninona molt més petita que les altres dues. Aquesta, va dir, tenia un so tan dolç que ella que només l’havia sentit de petita encara el recordava. Els va parlar dels tocs que feien les campanes a part de marcar els quarts i les hores. Repicaven a missa, ploraven a morts, cridaven a sometent, voltejaven per l’àngelus, brandaven anunciant tempesta, festejaven un bateig, però el que ella més trobava a faltar era el de festa major on la Ninona tenia un paper molt important perquè es podia dir que refilava una llarga estona. Després va contar-los que en una molt mala època per el poble l’alcalde es va vendre primer la gran i amb els diners va comprar llavors perquè els vilatans poguessin sembrar els camps i tornar a tenir gra per fer farina i pa. Més tard es va vendre la mitjana per condicionar les sèquies que portaven l’aigua als horts i així poder tornar a conrear hortalisses i arbres fruiters. Però quan es va voler vendre la Ninona es va trobar que havia desaparegut. Va fer crides pel pobles del voltant per si en sabien alguna cosa, va posar anuncis als diaris de la comarca per si algú havia anat a vendre’s una campaneta però no en va treure l’aigua clara. Enlloc n’hi van saber donar raó. La mestra però tenia una sospita, es pensava que sabia on era però no es va atrevir mai a dir-ho a l’alcalde perquè ella se l’estimava molt i no volia que se la venguessin. Mai no hagués dit res! Tots els nens no paraven de burxar-la per fer-li dir on es pensava que era, però ella no en va tornar-ne a parlar.

La Saima ho va explicar a casa i aleshores el seu pare va dir: Així que allò és una campana, vés per on ! Quan el va sentir la nena no va parar d’empipar-lo perquè li digués on era però al pare li va agafar por, no fos que li cridessin l’atenció, i li va dir que no en volia tornar a sentir parlar i que no en digués res a ningú. La noieta no va dormir en tota la nit i l’endemà, tot i que s’havia proposat callar, no va poder estar-se d’explicar-ho a un nen i a aquest li va faltar temps per esbombar-ho. A l’hora del pati tots van envoltar la Saima però ella no els podia dir res més perquè no en sabia més.

Una tarda de dissabte que la ferreria era tancada, una bona colla guiats per la Saima van entrar-hi saltant la reixa. Van furgar i furgar entre ferros i pols negra i no trobaven res semblant a una campana. Sense voler, la noia va fer caure un tros de ferro i, en la seva caiguda, va picar sobre una mena de pantalla metàl·lica i es va sentir un so tan bell que tots els xiquets es van quedar bocabadats. I aquell so es va escampar per tot el poble i va entrar a totes les cases i la gent va sortir als carrers i no gosaven parlar-se. La mestra va començar a caminar de dret cap a la ferreria,- si ho sabia ella d’on venia el so- i tota la gent la va seguir.

Caminaven i cantaven:


NiiiiiiiiiiiiiiiNooooooooooNaaaaaaaaaa,Niiiiiiiiiiiii,NooooooooooNaaaaaaaaaaa.



Núria Soler